La incontinencia, tanto urinaria (mucho más común) como intestinal, no es una dolencia que ponga en riesgo a los pacientes, pero sí reduce, y mucho, su calidad de vida.
Habitualmente, los síntomas interfieren en la vida diaria de quien lo padece, y estos si no se tratan a tiempo pueden llegar a provocar consecuencias más graves que derivan en un aislamiento social, en problemas laborales y en una incomodidad permanente que limita sus movimientos y su forma de relacionarse con otras personas y con el entorno, impidiéndoles vivir plenamente.
Pero, ¿qué es la incontinencia?
La incontinencia urinaria es la pérdida del control de la vejiga o la incapacidad de controlar la micción.
Es una afección muy común y puede pasar de ser un problema prácticamente insignificante a uno que domine la vida diaria de quien la sufre.
Tipos de incontinencia
Podemos diferenciar varios tipos de incontinencia en función de su origen. Esto es esencial a la hora de aplicar el tratamiento adecuado.
Las más comunes son las siguientes:
- Incontinencia de esfuerzo: Cuando la presión sobre la vejiga provoca que esta pierda la orina que contiene. Puede pasar al reír, levantar peso, estornudar o realizar alguna actividad física. La causa de este tipo de incontinencia suele ser la debilidad en los músculos del suelo pélvico y una vejiga que no se encuentra en la posición normal.
- Incontinencia de urgencia: Las personas afectadas tienen unos repentinos deseos de orinar que en ocasiones son incontrolables y parte de la orina se escapa antes de que puedan llegar al baño. Puede estar causada por una vejiga hiperactiva y es más frecuente a partir de los 40 años.
- Incontinencia mixta: Es la más común en mujeres de mediana edad y en varones sometidos a cirugía. Consiste en la aparición al mismo tiempo de la incontinencia de esfuerzo y la de urgencia.